Habéis oído hablar de ese famoso camino de rosas ¿verdad?. Ese camino que tus padres te dan a conocer cuando les comentas una idea que les parece algo descabellada.
Echando la vista hacia atrás me he dado cuenta de que vivir no trata de crecer estudiando, sacar una carrera mientras encuentras el amor de tu vida, formar una familia y ser feliz .Ésta es una forma sencilla de resumir la vida, tan sencilla como incierta.Me gustaría que antes de pensar así despertemos y nos demos cuenta de que la vida no es uno de esos caminos de rosas que las personas mayores a nosotros nombran a menudo.
Por suerte o por desgracia, cuando eres un niño tienes una vida algo más “limitada”. Tus padres te protegen tan fuerte que sin querer consiguen que no veas todo lo que supone tener una vida por delante, sabes tan poco de ella que sólo quieres correr el tiempo para crecer y poder ser tú, ser lo que ni siquiera sabes qué eres ni en lo qué te convertirás.
Cuando eres pequeño sólo por el simple hecho de ver un grupo de jóvenes montados en sus coches sin padres alrededor ya crees que te merece la pena ser “mayor”.Lo triste es cuando despertamos y nos damos cuenta que la vida que "nos habían vendido" no es tan sencilla, no existe ningún camino de rosas, sino varios llenos de espinas, y que según pasan los años echas de menos cada vez más esos momentos en los que tu vida estaba algo "limitada".
Y ya lo tienes, ya has conseguido reunirte con tus amigos, tu coche, ya tienes esa libertad que tanto tiempo llevabas esperando, ya puedes hacer con tu vida lo que tu creas necesario. Y justo ahora te das cuenta que todo no es tan perfecto como tus ojos lo veían cuando tus padres te agarraban de la mano.
Voy a tomarme la libertad de daros un consejo a todos los que estáis leyendo esto en este preciso momento: No corráis, no intentéis adelantar el tiempo cuando ni siquiera sabéis cuánto os queda, no viváis el pasado ni el futuro, sino el ahora.
Una vez más creo que el mundo se ha vuelto a equivocar vendiendo caminos de rosas a inocentes con espinas, espinas que permanecerán en sus corazones hasta el final de ese camino donde quizás algún día sí reciban rosas.
Ainara Diebich Hernández.