Estaba yo en el monasterio de Montremo cuando apareció. Un caballero, vestido con un arnés completo, pintado de negro con detalles dorados .Una armadura de apareciencia ceremonial. Su escudo mostraba un hurígneo de plata en campo de sinople, escupiendo llamas de gules y oro.
Dijo llamarse Farnesio García, de Monrroble del Oeste, un feudo localizado en Kastey. Un grupo de hermanos le ofrecimos comida y agua tanto para él como su caballo, y le invitamos a quedarle. Total, los dioses bendicen a los hospitalarios, y nosotros sus siervos cumplimos siempre.
Sin embargo, Farnesio García rechazó nuestra hospitalidad. Bajó del caballo y se plantó en frente de la puerta principal del templo, lanza clavada en el suelo y arrojando un guantelete al suelo. Era un desafío.
El caballero anunció que se batiría en duelo con el mejor de todos nuestros hermanos. Sin duda, estaba loco, o desconocía que había ido a desafiar a una fortaleza-monasterio de los antorcheros, los guardianes consagrados a los dioses de la guerra.
Cuando vi que en su coraza descansaba un colgante de la Rueda del Martirio de Karvan, no tuve duda de que se trataba de otro zirielita enloquecido. Por desgracia, muchos nobles zirielitas acudían a desafiarnos. El resultado siempre era el mismo. Y Farnesio no sería diferente.
Su discurso, encendido y altivo, no se diferenciaba en nada que había escuchado antes. Que nuestro dioses eran falsos, que adorábamos demonios, que él traía la luz de Ziriel con el brazo fortalecido por el poder de Astoriel, que nos vencería por el poder de La Rueda. Lo típico.
Hasta aclamó que quien venciera poseería todos los bienes todos los bienes del derrotado. El abad se cansó de la arrogancia, y dio permiso a que el mejor de los nuestros le hiciera frente en combate singular. Kara Magnarka. La mujer más increíble que he conocido.
Provenía de la lejana Tuliria, y su aspecto era como el de una auténtica valkiria. Alta, cabellos dorados hasta la cintura y ojos azul pálido, ancha de hombros y musculosa, con cicatrices por todo el cuerpo. Parecía forjada por los dioses.
El duelo se organizó para esa misma tarde, en la palestra del monasterio. Farnesio pelearía con un mandoble, mientras que Kara había elegido el arma tradicional de los antorcheros: El Kriegsmesser, un sable de mano y media, con el que puedes decapitar a un uro de un solo golpe.
Para hacer frente a su enemigo, Kara se había puesto la indumentaria de guerra propia de la orden: una armadura de mauter (metal anaranjado) sobre túnica roja y con bordes amarillos, y yelmo corintio, junto a un manto de Nemeion.
Farnesio García exclamó:
-Exijo al mejor campeón de los demonios, y me enviáis a una marimacho. Guerreros de élite, os llaman. ¡Ja! Afeminados de élite, os llamo.
Kara Magnarka lo ignoró, y se puso en ortodoxa guardia de hombro. Farnesio usó la guardia Ochs.
Farnesio atacó con una estocada que Kara desvió. El caballero volvió a atacar con un corte y mi hermana antorchera bloqueó el corte. obligó al caballero a bajar espada y doblar espalda, y le asestó un puñetazo de revés en toda la cara. Clásica técnica del Maethos.
Ni la borgoñota con visera reforzada pudo amortiguar el impacto del puño, haciendo caer a Farnesio García. Le costó volver a levantarse, no por la armadura (liviana y de gran calidad), sino por el atontamiento del golpe.
Tras tambalearse como si hubiese estado dentro de una campana que acaban de percutar, Farnesio recuperó la compostura. Kara, indiferente, acercó la espada a su contrincante con una patada. El caballero cogió su mandoble, y se distanció.
Atacó otras cinco veces, y en las cinco veces mi hermana antorchera bloqueó o desvió los ataques, acompañando esos desvíos con codazos, rodillazos o zancadillas. En más de una ocasión podría haberlo matado, pero no lo hizo. Más tarde me confesaría que esperaba su rendición.
Ésta nunca llegó. Y encima tuvo la osadía de cometer un acto de traición.
-ZIRIEL DÓMINE- gritó Farnesio García.
Y la hoja de su mandoble empezó a brillar con un intenso halo blanco y dorado. Una espada con encantamiento Hoja Ardiente. Prohibida en esos duelos.
Empezó a realizar movimientos circulares, ascendentes y descendentes, bajo objetivo de fundir la armadura de mauter y quemar a Kara, la cual mantuvo las distancias lo mejor que pudo, hasta que hubo un momento que parecía el final.
Justo cuando la hoja de Farnesio iba a impactar contra su cabeza, de la boca de Kara salió una llamarada. La pirokinesis es un don que da Aníbal nuestro señor a todos los Antorcheros. Esta llamarada impactó en Farnesio García, alejándolo.
Había sido tan rápida que no lo había quemado, pero con suficiente fuerza para alejar la amenaza de Kara. Kara rugió con furia, y cargó contra Farnesio. Y Farnesio cargó contra Kara. Y ambos lanzaron sus ataques, hojas dispuestas a encontrar la muerte.
Todo ocurrió muy deprisa.
El mandoble bajaba para ser interceptado por el kriegsmesser, cuya portadora aprovechó este bloqueo para redirigir el corte en horizontal.
El Kriegsmesser rajó la armadura y llegó al vientre, al tiempo que Kara se alejaba a un paso de distancia mientras rugía.
Kara cambió a una postura de descanso, en la que limpió su kriegsmesser, apuntó con la punta hacia el suelo, e hizo una discreta reverencia al cadáver de Farnesio García. Después, alzó su arma con ambas manos y glorificó su victoria rugiendo a los cielos. Y todos nos unimos a su rugido.
Y ésta es la historia de cómo el arrogante y arruinado Farnesio García de Monrroble del Oeste perdió la vida y todas sus posesiones en favor de la Abadía de Montremo, creyendo que encontraría la salvación eterna y el perdón de todas sus faltas si derrotaba a un servidor de los verdaderos dioses.
-Hermano Golkas. Monje y Guardián en el Monasterio de Montremo, estudiando para formarse como antorchero.