La tierra se rompe. El cielo se oscurece .
Y todo porque quisiste ir más rápido con tu mierda de coche, porque creíste que era buena idea sacar esa sustancia negra y apestosa del suelo para obtener industria y energía. Querías velocidad, y al final te has quedado sin aire para recuperar el aliento que necesitas después de correr tanto.
Qué curioso. Qué irónico. Toda la vida nuestras supersticiones nos han dicho que debíamos alejarnos de la nigromancia, del arte de hablar y manipular en nuestro beneficio a los muertos como un acto atroz, oscuro y macabro que no trae nada bueno.
Ahora fabricamos la gasolina a partir de una sustancia que, hace millones de años, era materia orgánica, estaba viva, tenía una conciencia, alma, y sus restos fueron enterrándose bajo capas y capas de tierra, ejerciendo una presión sobre esa materia prima durante miles de años, dando por resultado lo que nosotros llamamos Petróleo.
Todos nuestros antepasados, guiados por la superstición, nos avisaron de lo peligroso que era practicar la nigromancia y nos recomendaron respetar y adorar a la naturaleza.
Y sin embargo, nosotros, los hombres y mujeres civilizados y de ciencias, no hemos dejado de talar árboles, echar basura donde no debíamos y abusábamos de las fábricas en las que hacemos nuestra peculiar manera de practicar la nigromancia. Recuerda, el petróleo una vez estuvo vivo, por lo que, técnicamente, estamos utilizando las energías de los muertos para que nuestros Ferraris corran un poco más rápido.
Como mínimo, sarcástico.