Tócame
1 Ago, 2021
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No buscaba absolutamente nada, aquello no era un capricho. Con toda seguridad significaba algo, pero escapaba de su entendimiento.


tocame-escalera


En un súbito respiro aparece desde el fondo .

Los pies delicados y suaves visten zapatos de tacón estiletos bañados en violeta. Al final del pasillo, una escalera, tiene cubierta en alfombras rojas en cada uno de sus peldaños. Sus pasos van poseídos por el intenso aleteo de las inclementes caderas. Tiene la decisión de alcanzar en la parte alta, el gran salón. Desde allí, brotan notas densas y sutiles de una melodía sensual. El sonido del chelo se cuela desde el fondo.


Por doquier la decoración exalta una eterna conquista: la de los sentidos. Paredes en blanco ostra. Columnas altas y sobrias. Vitrales llenos de figuras enigmáticas y estatuas desnudas en dorado sublime resguardan los secretos del deseo. A donde se dirija la mirada hay una invitación intensa, a la desinhibición y a la perversa idea de dejarse llevar por lo percibido. El inclemente hedonismo deslumbra el entendimiento y da paso a lo salvaje del instinto.


En rojo satén se resguardan sus amplias ganas. Una abertura extensa deja ver la blancura de su entrepierna. Es una seducción y provocativa tentación para la imaginación. Labios protuberantes teñidos en un tinto embriagante son el preámbulo donde se reflejan sutilmente la redondez de sus pechos.


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Dispuesto en el centro del salón, el sensual musico toca con agudeza. Sus manos diestras, suben, bajan y acarician sonidos sedientos de entrega. Describe una marcada tensión en su entrepierna, y en ese instante el arco del chelo llega a un tono agudo, sus dedos palpan el instrumento con devoción.


La pasión asecha bajo el manto inmisericorde y sensual de la melodía.


El halo de sus miradas los hace encontrarse.


Un gusto excéntrico les recorre el pensamiento. Ella se estremece por la insinuante sintonía.


Él lleva una barba al ras. El traje impecable en negro le confiere carácter a su estilizado cuerpo. Seduce con una postura elegante y recia, la ausencia de corbata resalta la prominente definición de sus pectorales.


La devoción por el deseo y la falta de pudor se devela en sus rostros. No hay cabida a otro pensamiento. Existe un anhelo profundo de palpar sus entrañables fantasías.


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Sin detener la marcha va con desafiante precisión, hasta él. Esto estimula sus ganas. Con absoluta resolución desanuda el elegante vestido y lo deja caer hasta su cintura, se aproxima sumida en un trance de entrega. Con elegancia y provocación los senos se estremecen sin descanso. El aroma provocador de sus pieles, seduce y provoca deseo. Su delicada mano aparta el chelo, quiere una total comprensión y aun más, su dedicada atención. A horcajadas se posa sobre sus piernas.


—Me encanta tu olor. —Le dice.


—Me gusta como hueles. —Él le confiesa.


Ella se place al poder palpar con intima agudeza la duramadre de aquel denso y endurecido cuerpo. Toma sus manos gruesas y firmes para ajustarlas en su espalda y cadera. Un escalofriante suspiro los invita a descubrir lo torrencial de sus sensaciones No era aún, un contacto pleno. El delgado espesor de las telas: de la ropa interior roja, de ella y la del pantalón, de él, apenas se resistían a esa diminuta separación. Pero, aun así, el tibio ardor provocado por el exudante calor de sus ganas, se cuela desde sus intimidades y desata una onda expansiva de palpitantes deseos. Finalmente se posa a plenitud.


 


Quiere que la toque.


Que la palpe.


Que sus manos la estremezcan a placer y destierren cualquier duda.


¡Tócame! ¡Solo tócame! —Apenas le musita. Su aliento lubricado en ardiente anhelo, roza su boca y con un desafiante beso, humedece su pensamiento.


La toma con soltura. Y le confiere un ataque de profusas lamidas y mordidas. Palpa con delicada intención. Sus dedos toman amplias porciones de su espalda desnuda. Un aroma dulce se esparce desde su cuello. El perfume encurtido de la suave piel profunda estimula sus ganas de ahondar en el fuego de su vientre.


En complicidad ajustan al vaivén de las caderas, van al ritmo de las melodías intimas de sus deseos. Apretados a mas no poder, se estremecen. La danza de sus vientres, los invita a procurar una íntima conexión, el ardiente contacto, les quita el aliento.


Con alevosía aprovecha la carnosidad de sus labios para enterrar su fulgor en densos besos, quiere hacerle notar cuan profusa son sus ganas de ser tocaba, aunque eso amerite que reescriba su ADN.


No hay mentiras, compromisos, recuerdos o alguna estúpida incomodidad.


Allí se encuentran plenos, entregados a su desbordante emoción. El sabor tibio de la salvia de sus lenguas agita sin descanso, los pálpitos salvajes y sus respiraciones profundas.


Sus movimientos se armonizan con ganas y resalta el brillo estremecedor del agobiante placer dibujado, en sus pieles y en sus rostros.


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Mientras le descuelga los botones y desanuda su pantalón, deja de tatuaje, una mordida insinuante en su mentón, recorre su boca con lamidas eternas, esas que dan y exigen placer.


La erguida necesidad de intimar en sus predios le acomete, despunta vitalidad y ahora luce a todo esplendor su palpable libertad. La densidad de esa emoción le hace levantar un poco el radio de sus caderas. La flagrante evidencia de la calurosa aproximación y un leve roce de pliegues de piel caramelizados en tibio almíbar, les estremece el alma. Sin apresuramiento y adormecidos por el deseo, se colman con el sudoroso vientre. Ella con exagerada complacencia, se rinde y cae con lentitud en él. El avance interminable de su exaltada rigidez procura auscultar toda su profundidad. Cuan placentero es notar la efervescente cadencia de sus caderas al sentirse palpada tan adentro y para ahondar el placer, aprieta con destreza su intimidad febril. Él la afirma contra su cadera y bajo un quejido ahogado ella repite:


Tócame,


—Tócame hasta donde alcance tu pensamiento.


—No dejes de tocar mis arrepentimientos.


—Tócame sin descanso.


—Toca mis adentros.


—Tócame con inclemencia.


—Tócame con indecencia.


—Tócame hasta el sufrimiento.


Unidos. Compenetrados. Amalgamados. Se tienen el uno para el otro.


Con avidez y en plena demencia, él penetra sus predios haciendo notas altas, ella se estremece en tonos bajos y él complace su suplica, de ser tomada. La toca con fiereza y entierra en su esencia, su recia voluntad. Una lamida extensa parte desde su boca, describe giros, succiones y en caída libre se cuela hasta sus rígidos pezones.


Ella con soltura apertura sus ganas.


Él con fuerza punza su vientre.


Ella con mordidas rabiosas se somete al deseo.


Él con palpitante dureza recrudece sus adentros.


Ella con succionarte entrega refriega sus pliegues internos a su voluntad erecta.


Un eco permanente les atormenta.


Tócame. Tócame.


Te toco. Te toco.


A pierna abierta sigue plegada a su dominio. Toma su altiva arrogancia para hacer que sus caderas bailen en su escalofriante y mórbida masculinidad. En intensa devoción clama menos pudor. Sus dedos aprietan con armoniosa dedicación, sus caderas, el vientre abultado de deseo describe ondulantes movimientos, una ráfaga placentera se cuela en sus adentros, con estremecimientos descontrolados fallece, en su tibia y delirante virilidad. Un suspiro infinito les hace caer en el abismo del placer colmado. Unos segundos en silencio los funde en un abrazo sin tiempo.


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Ella, sella el encuentro con un tierno beso, le devuelve el instrumento, pero cuando él comienza a tocar el chelo, siente las notas dentro de ella. Se deja llevar por la melodía de esa inusual y nueva palpitación.


Se estremece, Se retuerce, Se desvanece en una polvorienta nube roja.


Ahora en plena conciencia, siente calor y gran humedad, su intimidad yace amplia y sedienta. Con asombro abre los ojos, esta deseosa. Frente a ella, él con incredulidad y disfrute, le observa. Hay una emoción incontrolable en su mirada.


—Me fascina ser el espectador de tus sueños húmedos. —Con descaro se deja caer en el mar de sus piernas y sediento sorbe cada lagrima de placer que exuda su mujer. Con la barba al ras, sus pies en delirante emoción empujan contra el suelo de la habitación, el chelo que era testigo de todo lo que allí estaba pasando.


¡Tócame! ¡Tócame! Era el eco que se repetía en la habitación. ¡Solo tócame!


Doy gracias por haber encontrado este vídeo y por mi musa, mi esposa.

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paupau_ 187 puntos 2 Ago, 2021 paupau_ 187 puntos
Lo has vuelto a conseguir Kissaki72, gracias por estos textos
+3 votos
2 Ago, 2021
kissaki72 350 puntos 2 Ago, 2021 kissaki72 350 puntos
Gracias a ti por soportar mis escritos y por el apoyo.
paupau_ 187 puntos 2 Ago, 2021 paupau_ 187 puntos
Para nada, son geniaaales
M.R.Álvarez 780 puntos 4 Ago, 2021 M.R.Álvarez 780 puntos
Debemos amarlas en cuerpo y alma, si aborreses una parte de la dicotomía celestial de la mujer... la rechazas. Muy inspirador y lleno de erotismo tu post Kissaki72, me encantó. Como decía Pablo Neruda "Ser enamorado del Amor".
+4 votos
4 Ago, 2021
kissaki72 350 puntos 4 Ago, 2021 kissaki72 350 puntos
Gracias M.R. Alvarez. Gracias por tus palabras y apoyo. Así es el amor. Amar a la misma persona hasta fusionarse en uno solo y tomar desde lo profundo del infinito una pizca de la creación para encarnarla en esta breve existencia.
emprenderemos 132 puntos 8 Ago, 2021 emprenderemos 132 puntos
10!
+3 votos
8 Ago, 2021
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