Londres, Inglaterra. 2:00 a.m .1920.


La noche era fría, acercándose el cambio de estación inminente, la calle sucumbia a la negrura y el silencio perfecto. Allí parado, viendo como su víctima daba los últimos tiros de esperanza y como el brillo de sus ojos escapaba hacía un lugar inexistente. Nunca entendió porque lo hacía, diversión, simple odio, para llenar el vacío... Pero era reconfortante y la seguridad de aquel entonces era tan básica que podía asesinar frente a una multitud y cada una de las personas presentes darían una versión diferente, lo cual hacía mucho más sencillo su trabajo. No se consideraba un asesino a sueldo, mucho menos un psicópata, era el tercer ser desafortunado que se cruzaba en un mal momento con la persona equivocada, nunca fue paciente y por eso prefería estar sólo.

Arrastró los pies fuera de ese callejón dando un suspirando desganado, esto se volvía rutinario. Abotonó su gabardina hasta el cuello y escondió sus manos en los bolsillos, las corrientes de aire eran cada vez más gélidas y llegó a su departamento unas cuadras más allá. De lo más normal se tomó una cerveza y reposo en el sofá, deseando ver las noticias del mañana.