Abres los ojos y lo primero que ves es un techo blanco, dando pie a millones de preguntas y dudas, decides ignorarlas para seguir con las obligaciones,
Un trabajo, sin vocación.
Una casa, sin historia.
Una vida, con miedo.
¿Qué ocurre?
Te miras en el espejo, anhelando que en algún momento Dios, el universo, quién sea justifique todo este sentimiento de pérdida, aferrándote a un pensamiento futuro.
Esperando, piensas, la mente habla ¿por qué pierdes el tiempo? No tienes porque estar ahí, renuncia, no puedes.
¿Por qué no?
Hay muchas razones para renunciar, solo una válida para quedarte, no es el final, es el camino.
Miras atrás, dándole razón al tiempo, a Dios, a todos, sin esto, la oportunidad de conocerlas no existiese, las risas no se incrementaran, la esperanza tendría fecha de caducidad, la desilusión una eternidad.
Somos lo que queremos y deseamos ser.
¿Qué deseas ser?
Yo, yo viviré el día a día, sin planes rígidos pero metas claras, abierta a cambios, cerrada a la cotidianidad.
Ser libre haciendo nuestros sueños.