
Ya no tolero que me hablen mal ni que me griten.
Si una persona lo hace, cada célula de mí cuerpo me dice HUÍ.
Me considero con el don de la paciencia y cuando alguien me ataca en realidad no suelo reaccionar.
...a no ser que me siga atacando, y me siga atacando, y me siga atacando, hasta llegar al límite de mi paciencia.
Cuando no llego a ese límite de todos modos me siento mal por no haberme defendido. Pero si llego a ese límite y me defiendo, me siento mal porque siento que la otra persona está sacando lo peor de mí .
Esa parte que puede llegar a ser grosera y desearte el peor de los males. Esa parte que realmente no le deseo a nadie que la sienta porque puede llegar a ser realmente cruel. Esa parte que desearía que no exista porque es mí mayor miseria humana, pero que es la única capaz de defenderme cuando son los otros los que no son capaces de esconder la suya propia*.
*[Su propia miseria humana]