Hola...
Ha pasado más de un año desde la última vez que supe de ti... y dos años quizás, desde la última vez que te vi, lo recuerdo como si fuera ayer, sentada aquí mientras veo el sol ocultarse y el fresco aire de verano mover mi cabello.. .Incluso si cierro mis ojos justo ahora puedo vernos. Llegaste en el que fue el carro de tu padre, aquel padre que perdiste de la misma forma en la que te perdimos a ti. Recuerdo que sonreí pensando que ya tendríamos a quien nos llevaría a nuestras casas.
Los tres nos acostamos en el medio del parque, el cemento aun tibio por el sol que antes de ocultarse había calentado ese pequeño punto, los tres mirando un cielo despejado lleno de estrellas, turnábamos nuestros teléfonos para ver cuál tomaba las mejores fotos mientras nos reíamos a carcajadas, capturando el último día en el que fuimos felices por última vez, al menos contigo en mi vida... miro al cielo y sonrío aceptando que nunca había vivido una tarde como aquella, tan llena de amor y amistad, una amistad que raramente puedes encontrar en el alma de algunos, no podía considerarte en ese entonces un amigo cercano, pero nuestra conexión era innegable, una conexión de aquellas que te hacen sentir cuando estás con alguien que deberías conservar en tu vida, no una de un amor, hablo de un tipo de conexión de hermandad. Es como si la vida misma me regalara un recuerdo valioso, un recuerdo de despedida, un recuerdo que me serviría para aceptar nuestros destinos.
Me gustaba verte y hablarte, sabía que eras un chico triste, lo podía ver en tu mirada... tu sabías que yo también lo era, supongo que por eso debí haberme quedado cuando mi amiga me contó que tenías cancer.
Al inicio no supe como tomarlo, al leer ese mensaje quedé paralizada, luego ella me dijo que tú no querías que todos lo supieran, en ese entonces erróneamente lo respeté y ahora me arrepiento, pues ahora entiendo la razón; no te sentías con verdaderos amigos con los que contar, los dos estábamos equivocados, tu y yo lo éramos. Yo era tú amiga y te fallé.
Desde entonces no puedo evitar tenerte presente, no puedo borrar tu rostro de mi mente, no puedo dejar de culparme por no haberte escrito, por no haberte dicho que no estabas solo, que también yo estaba contigo, que tu miedo lo venceríamos los tres juntos, Shali, tú y yo.
No puedo imaginar el miedo por el que pasaste, lo recuerdo cada vez que tengo un ataque de pánico, veo tu rostro como el recordatorio de que tú también tuviste miedo y yo no estuve.
¿Por qué? Me pregunto esto tantas veces, ¿Por qué no te escribí cuando te diagnosticaron cancer? ¿Por qué no te escribí el día de tu cumpleaños mientras pasabas tus quimioterapias? Que ironía, muchos dicen que tengo cierto talento para escribir, pero para escribirle a un amigo que pasa momentos difíciles al parecer olvido hasta la forma de escribir.
Se que el cancer no te mató, lo hizo el Covid cuando fuiste a tu última terapia.
Por eso cuando estuve aislada en ese hospital sin ver la luz del día durante catorce días al cerrar mis ojos al único que veía era a ti, mientras mi pecho dolía más por el miedo que por la misma enfermedad.
Te recordaba sonriéndome, esperándome del otro lado, no puedo imaginar un mejor lugar para ti que el cielo, tu alma que solo era bondad, tu que eras un humano que merecía vivir. Tú que eras tan especial.
Te extraño mucho Carlos, extraño verte de vez en cuando, extraño hacerte preguntas, extraño tu amistad real. Te extraño y te pido perdón, se que ya lo hiciste que me perdonaste, pero aún me cuesta perdonarme a mí misma por no haberte escrito aquella vez para decirte que yo era tu amiga, que estaba contigo y que entendía tus miedos.
Estás en un mejor lugar, no tengo dudas. Algún día nos volveremos a encontrar, y prometo que entonces, seré tu amiga por la eternidad.
A mi querido amigo Carlos, que en paz descanses.