Llegaste a mi vida, con una dosis de esperanza, mi niña herida miró en ti a su salvador, el que vendría a curar una a una sus heridas y siento una más de mis fantasías.
En la lucha con tus propios fantasmas, huias al sentirte acorralado y volvias cuando ya todo estaba apasiguado y yo esperaba por ti, con una sonrisa complaciente, la dinámica repetida, nos cargó de desgano, de pronto las peleas nos invadían, cuando porfin comprendí que mi felicidad solo de mí dependía, le dije adiós a tus caricias vacías.
Hoy ya no espero por tí.