Me atreví a pararme frente al espejo, y una vez allí, levante el rostro y me miré fijo a los ojos, esos mismos que se arrugan al sonreír, que han brillado cuando el corazón late encantado, los mismos ojos que cierro cada noche conformes con el día a día, esos mismos que se ven tranquilos al caminar.
Me mire a los ojos y por primera vez en años, fui sincera conmigo misma, los mire profundamente y pude ver al corazón escondido y a esa alma vacía.
Aún lo amas, susurro un valiente y aislado pensamiento, con un débil si respondieron mis labios cuando unas lágrimas lentas bajaron por mis mejillas, apreté mis parpados con fuerza y contuve la respiración, y por un par de segundos sentí parárseme la vida mientras la humedad se desplazaba desde mi rostro al cuello. Sentí un dolor enorme en el pecho y el peso de mis palabras en los hombros me obligaron a apoyar mis manos en el revelador espejo frente a mí.
Tantos años después y con solo el sueño de volver a estar entre sus brazos y con la certeza de vivir con esa ilusión desecha una vez más .
Hoy me veo tanto o más enamorada que cuando me dejó, me veo capaz de girar por completo mi vida por tenerlo una hora más conmigo, acepto mi segundo lugar, acepto sus migajas y espero un milagro que me haga revivir, un sentimiento que me quite del letargo y me haga respirar. ¡Porque si!, avanzo y la mayor parte del tiempo soy feliz conmigo misma, pero me ahogo, constantemente me falta el aire, porque solo respiro en su boca, solo me siento viva entre sus brazos y como no hacerlo, ¡si le amé tanto!! Se llevó todo de mí, tanto que jamás recupere, tanto que no se si logre encontrar otra vez, le di de mí mucho que dudo pueda entregar otra vez, ¡lo amé!! Y no voy a hacerlo nuevamente. He besado, he querido y sentido por otros, pero sigue estando él ahí, a la sombra, sigo amando a quién no quiere dejarme.
Solo he aprendido a convivir con sus ausencias, esperando que el caprichoso destino quiera obsequiarme un día más en su compañía, espero que el nuevamente añore mi cuerpo para encontrarnos.
He leído, que muchas veces la soledad nos hace confundir la felicidad con el dolor, que en ocasiones nos obliga a volver donde antes nos han herido para intentar encontrar algo de alivio.
Mi alivio sigue siendo él.