A ella la conocí así sin querer, como se conocen a las personas que se quedan clavadas en la memoria, era una estrella brillando con luz propia, hermosa por dentro y hermosa por fuera. Ya otros la habían intentado querer pero nadie podía superar el amor que ella mismo se tenía.
Y así pasaron los días y caí como caen las abejas sobre las flores, como cae el sol sobre el mar al atardecer, dejándome llevar por una fuerza parecida a la gravedad, ella era el centro y yo un planeta girando alrededor.
Pero que no se diga que no fue mutuo, en honor a la verdad nos quisimos mucho y hasta creímos ser infinitos, tendíamos tanto al infinito que terminamos siendo una curva a la que no se le pudo seguir el rastro y acabamos siendo una historia, de esas que se cuentan las amigas, de esas cosas lindas de la vida que te pasan cuando estás en el lugar y momento adecuado, terminamos siendo una botella de vino a medio beber, pero fue de los mejores vinos y espero que para ti también.
Así como quien se despide sin dejar ausencia, sabemos lo hermoso que fue y soltamos nuestras manos antes que el silencio nos abrazara y nos volviera una pareja convencional.
Me dejaste marcas en la piel, la mente y el corazón, me dejaste unas marcas de amor y no de esas de sufrimiento que suelen dejarse los amantes, me dejaste marcado de amor y con más ganas de vivir, me enseñaste tanto que aún me cuesta partir.
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