Desearía que el agua con que lavo mis dientes fuese veneno o mejor aún, que las sábanas que me arroparán en esta desgarradora noche fuesen clavos y cada uno me atravesara una y otra vez. Al despertar, mi cuerpo esté hecho cenizas o quizás que el sol no diera luz sino muerte y me llevará de una vez por todas de este mundo enfermizo donde nadie sabe amar.