El espejo refleja la mano recorriendo los senos, se curva ascendente acariciándolos. Es una imagen provocativa y sensual .Las caderas dibujan un arco hacia sus muslos internos, creando una ondulación pronunciada de las nalgas. Las pantorrillas torneadas en la parte superior completan el juego de curvas de una figura esbelta.
Los años la han consentido. Aun lo recuerda a él. La rabia le invade. Apenas si su pareja la mira o desea. Se muerde los labios. Ese recuerdo mordaz le atrapa y vuelve a sentir lo tibio de su sexo.
El trabajo es un escape. La realidad del hogar está lejos de ser un mundo perfecto. No existen emociones en su maltrecho matrimonio. Solo recibe reproches, maltratos y, sobre todo, nada de sexo.
̶ ¿Qué te parece la salud del viejo? ̶ Le pregunta Antonio con cara de preocupación.
̶ Recuerda Tony que no soy doctora. Esta más recuperado. Tú padre es un hombre fuerte. ̶ Aclara Lucrecia recogiendo su cabellera.
Antonio la conoce desde hace más de 12 años. Son amigos. Aunque en una ocasión un beso intenso los sorprendió en una fiesta.
La falda blanca y el gorro de enfermera, es un fetiche sexy. La pureza del blanco y la perversidad del deseo de Tony le invitan a probar nuevamente suerte. A los hombres les fascina esas purezas impuras en la intimidad.
El apartamento del papa de Antonio es pequeño. Algunas veces Lucrecia se quedaba a pasar la noche. Al final de las cuentas pasaba mejores ratos allí que en casa.
La conversación con Tony se hizo amena. La noche tardía los sorprende. Una mirada cómplice les hace saber que deben aprovechar ese encuentro.
̶ Te quieres tomar algo. ̶ Insiste Tony.
̶ Me hablas en serio. Estoy trabajando. No me parece ético. ̶ Lucrecia frunce el entrecejo. Ante la persistencia invasiva de Tony.
̶ Yo si me voy a tomar algo con tu permiso papa. ̶ Dice a viva voz. La única respuesta fueron ronquidos profundos. ̶ Pasan los años y tu sigues igual de hermosa. ¿No te apetecería ser mi enfermera particular? ̶ La mirada de Tony es sugerente y pícara.
̶ Pero tu gozas de buena salud. ¿En qué te ayudaría? ̶ Lucrecia se muerde los labios. Siente calor. Ver a Tony tan insistente y la inactividad sexual de varios meses le abren las ganas. Además, Tony es un tipo atractivo. Desprende un aura de amante perverso.
Con un apetito voraz. Tony toma una mano. Y con gentileza le roza los labios. Para su sorpresa no siente ni un poco de resistencia.
Existen momentos en la vida, donde las palabras sobran. Las caricias, los gestos y las miradas se cuelan para ocupar todos los espacios.
El vaso toca la rodilla de Lucrecia. La piel se le eriza. Un cosquilleo relampagueante le enjuaga el vientre. Se siente deseada. Eso le excita. Ya lo decidió. No opondrá resistencia alguna. Que suceda lo que deba pasar.
Tony se abalanza sobre ella. Le muerde la comisura de los labios. Y su otra mano palpa debajo de su falda. Un dedo termina de impregnar su ropa íntima contra su entrepierna. Lucrecia exhala pasión. Se descuelga. El sofá roído por el tiempo rechina. Ambos miran hacia suelo. Quieren evitar ser interrumpidos por Esteban. Quien duerme tan plácidamente.
Arman a la carrera un nido de amor en el piso. Apagan las luces. Le queda la claridad necesaria reflejada por los equipos de protección eléctrica y el router del internet.
Retoman las maniobras.
Tony procura lamer cada centímetro de su piel. Lucrecia despide un aroma cargado de placer. Las feromonas estimulan los movimientos de Tony. Ella está sumida en una especie de trance. Le gusta la manera en cómo, con cada paso de la lengua traviesa de Tony le va haciendo consciente de su cuerpo. Sus pezones están abultadamente erizados.
Tony se pasea por terrenos inexplorados con su lengua cálida. Cae el sujetador por una maniobra de sus manos. La otra mano arranca con fuerza la pantaleta, dejándola ampliamente desnuda. No quiere maltratarla, pero siente un deseo salvaje de comerle el clítoris. Balbucear palabras obscenas en su vagina y castigarla a besos. Y es precisamente lo que hace.
Un beso suave. Otro profundo. Y uno más adentro, todo al ritmo de su lengua. Cuanta amplitud logra. Es una salvia dulce. Lame con lujuria. Se le recrudece las ganas y su pene báscula en un ángulo perfecto de 90° grados.
Una perversidad cruza su mente.
Duda un poco.
Sí ha llegado tan lejos. ¿Por qué no intentarlo?
Voltea con fuerza a Lucrecia. Continúa descargando lamidas en sus pliegues mayores, menores y el clítoris.
El panorama es prometedor.
Un gemido se cuela en el momento. Es un indicativo claro de aprobación.
La perversidad le sigue guiando sus acciones y pensamientos.
Deja correr su lengua más abajo de la vagina. Un nuevo sabor se cuela en su olfato, en su lengua, en su boca. No le desagrada. Lucrecia trata de revelarse con una mirada de, ni se te ocurra.
Sin remordimiento alguno Tony, le punza el ano con su lengua ampliamente estirada. Lucrecia gime y se retuerce. El cosquilleo le encanta. Con sus dedos se toca el clítoris a la vez que Tony le sigue profundizando sus besos en el corrugado circulo de su trasero.
Se encuentra en una posición de amplitud total. Tony se abre paso con las manos. Abre las piernas y las nalgas. Esta en la vagina, saborea los tibios jugos internos.
Recorre los pliegues del trasero, con cada lamida y punción de la lengua, se amplía. Por momentos Lucrecia se contrae de placer. Atrapa la lengua con sus pliegues anales.
Esto le place.
Le incomoda.
Es una sensación nueva.
Le seduce la perversidad de la lengua de Tony.
El acuerdo tácito debido al máximo placer de los que sienten, les hace continuar con su juego de lamidas y mordidas entre sus sexos.
Es intimo este encuentro.
Lucrecia sujeta dentro de su boca la erección indiscriminada de Tony, apenas le sobra espacio para respirar.
Sus caderas refriegan, todo el deseo de su vagina ampliamente húmeda y el de las estrías de su ano, entre la cara y la nariz de Tony.
Se menea incesantemente. Cuanto le place sentir a profundidad esa lengua. Le quema.
Se aprietan hasta exprimir sus huesos.
La sincronicidad sexual los lleva a sucumbir, dejándolos abrazados dentro de sus piernas y con sus sexos complacidamente, tibios y húmedos.
Lucrecia de vuelta en casa se guarda ese secreto.
Cada vez que recuerda la lengua perversa de Tony le estremece un escalofrió y una sonrisa a medias se le dibuja en el rostro.