Exacto, sin sobresaltos, así suele gustarles vivir a la gran mayoría de la gente, gozando de una existencia plácida, serena, sin excesivos obstáculos que entorpezcan su camino, dando algunos pasos que entienden hacia adelante y tolerando si acaso algún que otro también hacia atrás, sin prisas, cosechando poco a poco las tradicionales preseas que se ofrecen en tan convencional devenir: trabajo, pareja, casa, hijos..., hasta que, como aquellos ríos del poeta que cantara por la muerte de su padre, terminar desembocando en ese profundo mar que es el morir.
Convengo en que es una manera de vivir.
Aunque, por otro lado, es posible asimismo vivir de forma tumultuosa, arrebatada, en constante ebullición, permitiendo a la adrenalina correr a sus anchas y liberando endorfinas por doquier, sin volver jamás la vista atrás, siempre adelante los pasos, cayéndonos y levantándonos una y otra vez, mareándonos dentro del remolino de una existencia apenas sujeta a reglas, embriagándonos sin miedo de cuantas delicias se ofrezcan a nuestros sentidos ávidos.
Posiblemente se viva menos, pero..., en fin, también es otra manera de vivir.
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