Quien más, quien menos, todo el mundo ha atravesado alguna etapa complicada en su vida, a veces derivada de problemas de salud, otras de índole económica, otras por cuestiones familiares, otras por desengaños amorosos, y así multitud de razones que abocan a crisis vitales más o menos graves. Se trata en definitiva de esos túneles que de vez en cuando aparecen en el camino de todo individuo y que, unas veces más extensos, otras más reducidos, tienen en común el hecho de ser fuentes de amargura, desolación y desesperanza, fuentes que sólo cesan cuando tras la oscuridad aparece al fin la salvadora luz que anuncia el final del túnel de que se trate.

           Sin embargo, tras ese final rara vez se vuelve a ser la misma persona que se era antes de entrar en ellos .

Por más que se retome la senda de la luz y el equilibrio, algo cambia generalmente luego de la travesía, ya que el túnel suele cobrarse casi siempre un peaje medido en términos de la personalidad del propio transeúnte. Así, hay quienes pierden su ingenuidad y se vuelven maliciosos, quienes pierden su confianza y se vuelven suspicaces, quienes pierden su franqueza y se tornan cínicos, quienes pierden su optimismo y se vuelven sombríos, quienes pierden todo su valor y se tornan pusilánimes y débiles, quienes pierden la ilusión y se convierten en espectros…, el caso es que casi siempre se pierde algo cuando se atraviesa uno de esos túneles oscuros. Los hay que salen de ellos seriamente tocados, algunos incluso irremediablemente hundidos.

           Aunque también se aprende, claro, pues no en vano cada periodo difícil acostumbra a ser al mismo tiempo una importante lección de vida, de tal forma que hasta de lo malo se puede llegar a veces a sacar algún provecho.

           Supongo que la proporción entre lo que se pierde y lo que se aprende dependerá de muchos factores (fuerza de voluntad, capacidad de aguante, convicciones religiosas, etc), a fin de cuentas hay quienes se ahogan en la adversidad y quienes, por el contrario, se crecen en ella, y esa diferencia será a la postre la que determine el valor residual o el coste de oportunidad de estos viajes sombríos, inevitables por otro lado. Es por ello por lo que, aparte de los tocados y de los hundidos que mencioné antes, también los habrá que salgan hasta reforzados de estos túneles.

Dependerá, ya digo, de variados factores.

           Lástima en todo caso que no haya recetas para sacar de antemano el máximo provecho, siendo por el contrario necesario improvisar sobre la marcha para sólo a posteriori ver los resultados.