Ella era peculiar, cuando la mirabas con detenimiento, podías percibir cierta tristeza que emanaba de ella, una tristeza tan profunda que parecía que la tenía adherida a la piel... Era ese tipo de melancolía que caracteriza a los escritores cuando lees uno de sus libros o poemas, pensaba siempre que la observaba .Un día la vi sacando de su bolso un libro de un tal Bukowski y me di cuenta, que efectivamente, ella debía ser una escritora o una fiel lectora melancólica. Entonces, sentí más curiosidad por esa chica que cada día, tomaba el autobús a la misma hora y en la misma parada. Yo salía de la universidad también a esa hora y cuando salía antes de lo usual, me quedaba a esperar la hora adecuada para volver a verla, los dos siempre puntuales... No sabía porque lo hacía, pero, desde la primera vez que noté su presencia, me sentí extrañamente atraído... Era hermosa, tenía ese tipo de belleza que aunque no te deja sin palabras, te impresiona. Y es que con su cabello castaño siempre suelto, sus ojos pequeños y de un chocolate tan oscuro que parecían negros, sus curvas no exageradas y su extraña manía de tropezar casi siempre cuando subía las pequeños escalones del autobús, te embrujaba.
La última vez que la vi, llevaba su cabello recogido en una coleta alta, podía apreciar más profundamente su mirada, y justo allí no solo me di cuenta de que su extraña tristeza no era la de siempre; aquella tarde llevaba puestas en la piel unas ojeras increíbles, sus hermosos ojos oscuros se veían cristalizados y rojizos. Tanto que me dió un vuelco al corazón, no sé porque sentí todo aquello, pero justo en ese momento un extraño dolor se apoderó de mi. Sentí una inmensa necesidad de correr hacia ella, abrazarla y decirle que sea lo que fuera todo estaría bien. Fue irónico, porque llevaba un par de semanas buscando la forma de acercarme y hablarle, incluso investigué sobre ese tal Bukowski que sin dudas al leerlo me sorprendió. Quería sorprenderla . Que ironía, aquel día iba decidido a acercarme... Pero al verla tan indefensa y frágil sentí tanto miedo, que me quede solo allí, sentado frente a ella. Contemplandola, sin saber que aquel día, sería la última vez que la vería...
Dos semanas después en un períodico local la vi, su rostro con una bella sonrisa y un título que decía "Chica se lanza de un puente acabando con su vida" ojalá no hubiera sido un cobarde. Desde entonces, la recuerdo... Como quizás, la chica que pude haber salvado y no pude. Porque diablos, su rareza me había enamorado y nunca lo supo.