Cuando sólo cruzamos los brazos y abrimos la boca
1 Ago, 2019
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Nosotros, los seres humanos, estamos acostumbrados a culpar a medio mundo por nuestras desgracias.


Por ejemplo, cuando deliberadamente adquirimos una tarjeta de crédito, y después no la podemos pagar, culpamos al banco porque no nos limitó "a tiempo" porque no nos avisó que estábamos a punto de excedernos, porque no sabíamos que teníamos "equis" días para liquidar o porque ni idea teníamos de que la tasa de interés subía con el retraso de pago. O sea todo es su culpa: somos inocentes por ignorantes.


Hace algún tiempo, en México, hubo disturbios, manifestaciones y saqueos como consecuencia del incremento de la gasolina .

Independientemente de que el aumento es algo que se hizo de manera terrible, anticonstitucional y que, obviamente no estoy de acuerdo, no me clavo.


En todos lados había comentarios de odio, crítica y culpa al Gobierno. Un sólo comentario vi que me pareció razonable. El hombre exponía y con mucha razón, que quejarse era una pérdida de tiempo, e invitaba a la gente a que, en lugar de seguir haciéndolo, mejor se pusieran "pilas" buscando maneras honestas de obtener dinero o que al menos empezaran por informarse, dejaran de gastar en lo que no necesitaban y se convertieran en inversionistas, emprendedores, empresarios o, mínimo, buscaran un empleo mejor. Y pues, lo que era de esperarse: toda la gente se le fue a la yugular, argumentando que, qué bueno que él tuviera la "suerte" de tener dinero, trabajo o estudios pero que ellos no, que eran los menos favorecidos y que por eso se quejaban y exigían. Además, que él era un "conformista" por no hacer nada.


Yo me pregunto, ¿qué no es ser conformista? ¿Manifestarse en las calles? ¿Escribir tweets insultando al presidente o al Gobierno? ¿Postear en las redes sociales todos nuestros desacuerdos? ¡Vaya!


Hubo ―por la misma razón― saqueos en tiendas departamentales y en las tiendas de autoservicio, y los comentarios que vi me dejaron asombrada:


"Se lo merecen porque nos dejan sin dinero por pagar sus abonos".


"Esas tiendas tienen seguro contra robo, no les importa".


"Qué bueno, que les roben por robarnos a nosotros".


"Tienen mucho dinero, ni les afecta".


Shock total.


Primero que nada, ninguna tienda obliga a nadie a pararse en sus instalaciones y comprar, y tampoco a sacar tarjetas departamentales o de crédito. La gente acude por su propia voluntad, compra por su voluntad y no paga a tiempo por su voluntad. Lo que hace que se generen intereses y que los persigan los cobradores.


Segundo: esas tiendas ―o la mayoría―, crecieron poco a poco, son de hombres y/o mujeres trabajadores que empezaron desde abajo hace muchos años, que como otros tantos no tenían dinero, pero tenían un sueño, y en lugar de salir a las calles a manifestarse para pedir al Gobierno, decidieron crear para sí mismos un patrimonio.


Qué triste ver que tanto esfuerzo y trabajo se vea menospreciado por gente irrespetuosa que en lugar de hacer algo para tener una vida mejor, le robe a quien sí luchó por lo que quería. Por doquier se veía a hombres, mujeres, adolescentes e incluso niños robando televisiones de estas tiendas, o sea televisiones, ni siquiera comida.


Unos días después, fui al centro comercial de paseo y todo el lugar estaba atestado de gente; las tiendas con descuento y sobre todo la zona de comida, y yo pensaba: «¿No que no tienen dinero para la gasolina?». Qué incongruentes.


Lo mismo ocurre en la ciudad donde vivo con el transporte público. La gente se queja por el precio, critíca el servicio, es grosera con los operadores del mismo, y yo me pregunto: «¿Por qué no se compran un carro?». «¿Por qué no se esfuerzan de verdad por cambiar sus condiciones?».


Las respuestas fáciles y cómodas son: "No hay dinero". "No hay trabajo". "No hay oportunidades". No hay, no hay, no hay.


¿Por qué no en lugar de esperar que las oportunidades caigan del cielo, las creamos?


No es que no me importe lo que pasa en mi país o en el mundo. No me vale que haya aumento de gasolina de manera cínica, ni siquiera tengo el dinero del mundo para hacerme de la vista gorda y pagar como si nada.


Pero algo tengo bien claro, si no me alcanza es mi culpa no del gobierno; por aguantar en un trabajo que paga una miseria, por no buscar algo mejor, por no hacer lo que me gusta y ganar dinero con ello, por no buscar infinitas maneras de salir de la pobreza, básicamente ―repito― por no crear mis propias oportunidades.


El Gobierno no tiene la culpa, los ricos no tienen la culpa, nuestros padres no tienen la culpa, la escuela menos, el banco tampoco y de las tiendas departamentales ya ni hablamos.


Puede ser que cualquiera de los antes mencionados haga cosas deshonestas, sí. Que roben, sí. Que mientan, estafen o engañen, sí. Pero no van personalmente a donde estamos y atan nuestras manos y pies para que no podamos movernos y, más importante aún, no hay manera alguna de que bloqueen nuestras ideas, pensamientos, nuestra creatividad o nuestros sueños, eso es lo primero que necesitamos para salir de donde estamos: PENSAR de manera diferente e inteligente, porque con base en ello actuaremos y tomaremos buenas decisiones partiendo de ahí.


Los malos no son los demás, aunque eso parezca; los malos somos nosotros cuando no hacemos nada por ayudarnos.


Qué malos y patéticos nos comportamos cuando vemos la mala situación de nuestra vida y sólo cruzamos los brazos y abrimos la boca.


 

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