La vibración de una confirmación de mensaje, llega al teléfono.
No es el momento para contestar. Aunque lo esperaba con deseo.
Al terminar, va al café de la esquina.
Lee el mensaje .
"Mi Julie". Se escurre en sus pensamientos
"Allí estaré" -Fue la respuesta.
Una sonrisa pícara demuestra agrado. El lugar esta próximo, a la Iglesia de Notre Dam y, al rio Senna donde en sus aguas se reflejan el sinfín de estrellas y luces de las calles.
Un sábado por mes. Ese fue el acuerdo. Ante alguna situación o invitación de último momento, les sobran excusas para evitarlos. Este otro encuentro, es impostergable. Ninguno de los dos tiene el valor suficiente para desligarse.
Deben ser cautelosos. Y, ante todo, no deben levantar sospechas. Es un encuentro furtivo.
El apartamento cumple con ciertas especificaciones: Un solo ambiente, una cama amplia, sala de baño con paredes de vidrio. Y los elementos adicionales los incorpora quien hace la invitación. Ahora le toco a Julie.
Suena el timbre. Ella le abre. Esta exuberantemente hermosa. En otro vistazo se exponen, sillas de transparentes. Paredes. Muebles. Gabinetes. Todos realzan pureza por el marfil de su pintura.
Frente a un sofá, blanco como mencione anteriormente, hay un primer plano hacia un tubo largo y plateado. Esta fuertemente acoplado. Su extensión va desde el piso, de madera, hasta el techo.
Julie. Es mi amante y Yo, el de ella. Es mi pensamiento perverso.
En el estéreo, a media luz suena, suena Crazy, el soundtrack de las 50 sombras de Grey. El ambiente es apropiado. Un perfume dulce y fresco recorre las inmediaciones. También resulta adecuado.
Camina suelta desde als caderas. Cubre sus piernas con unas medias negras. A pesar de llevar unos tacones dorados de gran altura, se mueve sensualmente. Sirve champaña. Las copas exudaban con elegancia. Sus labios carnosos, ampliamente rojos proponen un brindis por la pasión y el amor. Las burbujas de color rosa invitaban a probarla. El afrutado cosquilleo resalta su sabor en los labios, la lengua y el dulce amargo se queda en el paladar. Un éxtasis hecho para deleitar el deseo y las ganas de entregarse sin miramientos o remordimientos. Un beso enjuaga las lenguas en el elixir de los dioses.
Al darse la vuelta, la ropa íntima desaparece entre los amplios músculos de su parte trasera. Contrastan a la perfección. Sus ropas mínimas, son rojas. El cuerpo esta ampliamente expuesto.
Ella toma el tubo con una mano. Agita las caderas. Posa su otra mano para mejorar el apoyo. Voltea. Se extiende hacia adelante. Un meneo vibrante estremece sus nalgas. Su despliegue posterior alcanza un puntaje de 10.
La copa se escurre en mis labios. Toma altura en el tubo. Gira en el aire. La cabellera danza por sobre sus hombros. Una nueva vuelta le hace retorcer su humanidad para exponer pliegues de su intimidad. Se cuelga de cabeza. Aterriza. Se incorpora. El compás de sus piernas le arquean el vientre.
Mi mirada perpleja atrapa cada milisegundo de sus máximas aperturas. Toma nuevamente altura. Alla arriba deja caer el sostén. Los pechos palpitan ante la voracidad de las poses de Julie sobre el tubo.
De rodillas. Sus labios gesticulan.
Creo entender: “Estas listo”
El dedo índice me invita a unirme. En sus predios, caigo rendido. Desprende la corbata. Los botones son arrebatados por la fuerza de su pasión. Muerde mi boca. Y en el mismo arrebato de lujuria. Ata mis dos manos. Sus dientes rasgan la piel, hacen un despliegue desde el pecho, mi vientre hasta el pantalón. Nuevamente presume de su fuerza. Los deja caer.
Julie está en modo perversa.
Le recibe el palpito indomable de mi instinto a punto de reventar. Un beso desmesurado ahoga mi quejido. La miro con piedad. Le sugiero, moviendo mi cabeza en señal negativa, pero es tarde. Lo tiene pensado. Me besa tiernamente pero no, ella es perversa, lo hace de nuevo y me muerde. Un escalofrió desajusta los termostatos de mi cordura y entrega. Eso ella lo deseaba. Ella, se lo busco. No hay vuelta atrás. El Kraken se desata.
Le tomo la cabellera, una vuelta en mi mano izquierda. Las venas de su cuello se retuercen. Allí muerde mi ímpetu. El tubo nos sostiene. La respiración alcanza intensidad. Trata de sublevarse y un jalón de su cabellera le hace saber quien tiene el control. La solté por piedad, eso es lo que cree ella, pero la verdad es otra. Voy por más. El trozo de tela intima queda prendado en mi boca. Arremeten mis labios en su entrepierna. Se rebela. Sus manos tratan de apartarme.
"¡Que ingenua!" - pienso.
Su rebeldía aviva mi locura. Los dos hemisferios de sus nalgas terminan en mis manos. Desde allí tomo impulso y mis labios procuran la salvia de sus adentros. Se intensifica el furor interno. Hay ignición. El fuego se descontrola. Me jala del cabello con todas sus fuerzas. Me salva de morir. Quiere vivir.
Lo siento. Me toma.
Ella lo siente. La tomo.
La escena revela una sujeción a presión de nuestras nalgas. La idea es estar tan adentro como lo permita la física.
Ese es el momento. Es único.
Furor. Agitación. Dilatación. Penetración. Ausencias de pudor. Los espacios no existen.
Un beso despiadado. Un ultimo aliento. Un ultimo pensamiento. Un ultimo quejido. Detener la velocidad de tanta angustia nos lleva un poco mas de lo previsto. Hemos ido un poco mas lejos. Nos sonreímos. Nos besamos. No hay recriminación. Hemos sido uno del otro, una vez más.
Bien temprano el dia lunes. Las clases se reanudan. Javier imparte sus impresionantes temas sobre Teología en el doctorado de filosofía que dicta en la Universidad La Soborna.
Julie esta tan feliz. Juega con sus niños en el Jardín de infancia.
Ambos esperaran con ansias un próximo encuentro furtivo.
