No es casualidad que el éxito tarde o temprano llegue para aquellos que siguen en pie frente a la adversidad.
Había una vez, una pareja de esposos que tomaron la decisión de emprender.
Él estaba harto de tener que pasar largas horas fuera de casa, perdiendo tiempo valioso que podría disfrutar con su esposa e hijos.
Ella estaba fastidiada de tener que lidiar con un jefe desgraciado y algunos clientes déspotas, groseros y malagradecidos.
Ambos empezaron a laborar hacía muchos años, felices y con la ilusión de tener dinero suficiente para comprar cosas para su hogar, para darle lo mejor a sus hijos, para pasear y para cualquier emergencia.
La vida laboral fue cambiando de a poco las expectativas que cada uno tenía respecto a sus empleos, ya no iban por placer, iban porque tenían que hacerlo, porque tenían que cubrir gastos escolares, crediticios, de servicios y, sobre todo, porque necesitaban comer.
Él fue el primero en mandar todo al carajo. Empezó con un negocio de venta de ropa, luego vendió zapatos por catálogo, más tarde puso un internet, después vendió bolsas de plástico, seguido de productos ecológicos, se asoció para crear una farmacia naturista, luego quiso probar vendiendo botellas de plástico, intentó también con la rotulación y venta de vinil y hasta optó por trabajar como freelancer llevando la contabilidad de algunas empresas y conocidos .
Su decisión final fue la de crear una empresa que brindara productos y servicio a todo tipo de negocio que necesitara protección para sus empleados y para sus instalaciones.
Esta vez se dijo que pasara lo que pasara no iba a desistir y levantaría la empresa a como diera lugar.
Su primera venta se concretó después de largo tiempo. Vendió un botiquín, uno sólo en tres meses. Con esos resultados estaba más que desmotivado pero seguía en marcha.
Mientras tanto su esposa continuaba en su empleo, soportando la mayoría de los gastos mientras él salía a flote.
Un año después, ella dejó su trabajo para incorporarse a la insolvente empresa de su marido. Ambos decidieron que ya no querían jefes y que, o llegaban a la meta o morían en el camino.
Fue así como durante cinco años estuvieron pasando todo tipo de carencias, crisis, frustraciones y, sobre todo, decepciones.
Visitaban clientes, enviaban cotizaciones, hacían llamadas, publicaban en la web, mandaban Whats y nada, no vendían nada.
Así aprendieron a tratar con todo tipo de clientes, a conocer a fondo sus productos y a no desvalorizar su trabajo rebajando precios sólo para tener una venta.
Empezaron a pensar en nuevas formas de llamar la atención de los clientes potenciales, a crear estrategias distintas, a darle el precio que su producto por calidad merecía, a desenvolverse tan bien en el giro e insistieron tanto, que pronto sucedió lo inevitable: los clientes comenzaron a llegar como pan caliente.
De pronto los teléfonos sonaban, los inbox se amontonaban, los Whats estaban en espera, había envíos a diario, visitas a sus oficinas y viajes a otra ciudad a conocer nuevos clientes, tanto que no quedó más que abrir oficinas en otra ciudad...
Y aún siguen, motivados (más que nunca) para llegar todavía más lejos.
¿El método infalible para lograr el éxito? La perseverancia, porque un día al universo no le queda otra que ceder.
Ellos no lo supieron de inmediato, por eso tuvieron muchos fallos, pero cuando decidieron que era la definitiva, que no iban a parar, lo primero que pasó fue que se les puso a prueba, la vida les preguntó: "¿Seguros que quieren esto? Porque no van a tener clientes en un principio, por ende no habrá dinero, por ende no habrá comida, por ende no habrá motivación y sin motivación necesitarán disciplina, fuerza de voluntad y fe, así que pase lo que pase tendrán que seguir a ciegas creyendo que los buenos resultados llegarán".
Y así fue como la fortuna les sonrió pero como consecuencia de la perseverancia, no de la "buena suerte".
¡No te rindas, por favor! Lo que sea que estés viviendo sopórtalo un poco más. Cree, visualiza, acciona y espera.