─ ¿Qué te sucede? ─Le dice Roxanna con cierto aire de incertidumbre.

─Tengo algo de incomodidad. ─Le responde Arturo mientras ella lo besa con suma ternura.

 ─Quédate tranquilo, es nuestro aniversario .

Roxanna quiso convertir aquel encuentro en un regalo doble y de mutuo acuerdo. Quiso ver a Arturo sumiso como un Little puppy, y a cambio él tendría lo que quisiera del estilizado cuerpo de su amada.

Los pálpitos de Arturo retumbaban en la habitación. La cama de amplias medidas contaba con espacio suficiente para que los cuerpos, sin importar en que posición se colocaran, estuvieran cómodos.

Ya lo habían acordado un tiempo atrás. Para nuestro aniversario 25 de matrimonio debemos hacer una locura. Un encuentro especial.

En el medio de la lujosa habitación estaba dispuesto un tubo, finalizaba en el techo. La cama en su alrededor la decoran luces opacas y múltiples espejos. Desde cualquier posición puedes notar alguna perspectiva de lo que se encuentre encima de la cama.

Roxanna amarra el cuello de Alejandro y le hace caminar por un espacio pequeño de la habitación. Sus tacones de punta en aguja van indicando el camino. La ropa intima de color negro es reducida. Ella se postra en un sillón amplio y jala a su mascota hasta su entrepierna. Él no puede hacer nada hasta que ella le ordene.

Quita parte de mi ropa y él se la quito.

Huele y él la olió.

Besa y él la beso.

Lame y él la lamio.

Muerde y él la mordió.

En esos instantes, el furor les llego hasta la cabeza. Sudores y amplios pálpitos le cubrían las caras. El regocijo era mayor porque esa entrega obscena e íntima, la hacían sin remordimiento. Estaban con la pareja que amaban. Y se gustaban. Eso hacía que se besaran con deseo. Un caso extraño de fidelidad sexual. Pero resultaba cierta. Habían encontrado una manera de sincronizar sus cuerpos. En el calor de la intimidad, el vaho tibio de la fuerza sexual de Roxanna marcaba su territorio en los tibios labios de Arturo que no dejaba de creer la fortuna que tenia de estar dentro de las piernas de la mujer a la que hace un tiempo atrás le pidió que fuera su mujer.

Roxanna gime el nombre de Arturo, es una especie de quejido. No solo es placer. Hay una perfecta comunión con el aliento y el palpito que siente junto a su amado esposo.

Ella esta sin ninguna atadura. Se siente libre. Comienza una especie de baile. Esta desnuda. Se aproxima y se envuelve en el tubo que esta en el medio de la habitación. Sube y baja con destreza. En ningún momento deja de mirarle. Toma con fuerza el agarre y abre sus piernas dejando que el tubo se llene de la tibia calentura de sus piernas.

Alejandro se deshace del collar que le prende del cuello. Esta a punto de romper el pacto. Poco le interesa. La ropa le estorba. La viril fuerza de su ímpetu retumba. Su modo de ataque, esta en primitivo. Sujeta el cabello de Roxanna con sus manos. El empuje de su fuerza, los hace impactar contra la pared, esta helada. El golpe lo hace ir dentro de ella. Pero a pesar de lo brusco de aquel movimiento. Pudieron sentir el avance en cámara lenta por los pliegues internos de Roxanna.

Ambos están en plena comunión. El tiempo se detiene. Él tiene las manos en sus nalgas. Ella las tiene en su amplia espalda. Se besan con absoluta calma. En su interior hay todo un volcán a punto de explotar.

Se detienen.

Se miran.

Se sienten.

Se tienen.

Se hacen cómplices.

No quieren que ese instante desaparezca o peor aun, termine. Juntos deciden colisionar. El ritmo de sus pechos se acelera y advierten un final inminente. Los labios se muerden. El consuelo no esta en soltarse al contrario se aferran. Se compenetran con sacudidas intensas. La vida se les va. No pueden respirar. Las piernas desfallecen. El pecho se ensancha. Y un escalofrió amplio les recorre el alma.

Saben que nunca han dejado de ser el uno para el otro o el otro para el uno. En fin es un caso extraño de fidelidad sexual.