De tantas despedidas, aquella fue la última... Nunca había estado tan segura en mi vida de haber dicho "adiós", nunca había deseado desde el fondo de mi ser alejarme de aquel lugar, de su tacto, de su mirada desesperada, de sus palabras rogando que lo perdonara .Lo perdonara... ¿Cuantas veces lo había perdonado ya? había perdido la cuenta, había perdido hasta las esperanzas, me había perdido a mi misma. ¿Y al final? No aprendí una mierda más que haber tenido las agallas suficientes de mirarlo a la cara con el alma ardiendo, con lágrimas de odio y dolor, con mi cuerpo tembloroso y decir: "se acabó... Y para siempre"
Luego de ese día no volví a ser la misma, no porque no quisiera haber regresado a la tierna chica de hace años atrás, sino, porque no sabía cómo regresar a ella, tuve que volver a nacer de aquellas decepciones, de aquel corazón destrozado, de aquella tristeza con la que vives cuando te arrancan hasta lo más profundo de todo lo que eras y en lo que creías... No volví, nunca más pude, pero luché, y aunque no conseguí ser la tierna y dulce chica, la honesta y frágil chica que siempre me gustó ser, conseguí ser la versión rota de una mujer que se levantó, que se enfocó en si misma, que no volvió nunca más a él, que no dejó que nadie más la lastimara de aquella manera, porque al final te das cuenta que las mentiras, engaños, gritos, peleas y lágrimas son solo una muestra de lo poco que te querías a ti mismo, mas me decepcioné de mi al darme cuenta que cuando el me falló todas esas veces, yo también me fallaba a mí. Aceptando... Perdonando lo imperdonable... No amandome.Lo dejé, ya no lo quiero a mi lado. Es una enfermedad y yo ya me curé de ella. Siento lástima de la pobre ilusa que vaya a caer, pero ya no importa, quizás aprende como yo que hay que ser malditamente imbécil para aceptar que te lastimen tantas veces.