Amor.
Hoy decidí sentarme a escribirte a ti. A ese que no es capaz de ser descrito con palabras, y que los sentimientos se quedan cortos al explicar la magnitud de pensamientos que pasan por mi mente al verte .
No pienso explicarte qué es el amor, creo que tu “estogamo” te puede decir eso cada vez que nos vemos. Sí, tu “estogamo”, ese que se hinchaba como globo después de una larga cena y una charla infinita. No hace falta que explique la falta de glamour que nos caracteriza a la hora de comer, porque es la que nos hace reales, sencillos y muy lejos de salir de una novela de Jane Austen. Eso de ser perfectos e impecables es para mí sinónimo de monotonía y aburrimiento, porque la felicidad se vive con la ropa manchada de comida y las mejillas adoloridas de la risa.
Muchos escritores encantaban a sus parejas con el poder de su pluma, en mi caso creo que no me he atrevido a siquiera intentar escribir unas pocas palabras dignas. Y es que eres tan imperfecto y real que tu sola forma de ser debería ser catalogada como una nueva forma de arte moderno. Sin embargo, todo esto lo he descubierto con el tiempo, porque mentiría al decir que te amé desde que te vi. Ambos sabemos que de haber sido tan fácil no estaríamos aquí, los encantamientos superficiales o las conexiones instantáneas entre dos no son suficientes para hacer un juicio objetivo de una persona. Menos mal.
Si he de reconocer lo que más amo de ti es la incondicionalidad, saber que aun cuando me encontraba en la profundidad de la decepción y las malas decisiones, aun cuando te di la espalda estuviste esperándome en la salida extendiéndome una cálida y fuerte mano. Y sé que por dudar puse en riesgo nuestra historia más de una vez, pero ¿qué historia de amor no cuenta con dramas? Y la nuestra tuvo inicio, un nudo con un villano fuerte pero no invencible, y seguimos en busca de un desarrollo que espero firmemente se demore unos cuantos lustros en llegar.
Besarte a ti merece toda una técnica digna de ser diseñada por Da Vinci, porque la combinación de fuerza y delicadeza no puede ser explicada ni por la física, y los asiáticos deberían aprender a diseñar la pirotecnia que enciende mi pecho al rozar tus labios con los míos. Incluso cuando he intentado con todas mis fuerzas dejar de amarte, cuando yo misma me he forzado a alejarme por razones que aun superan mi comprensión, esa pirotecnia me recuerda que por más que pase el tiempo, la técnica bien aprendida no se olvida. Y yo no he terminado de aprender.
Sólo quiero tomar tu mano y dejar que pasen los minutos hasta alcanzar la eternidad, porque el tiempo es una variable que deseo anular en nuestro recorrido. Contigo el mundo siempre ha pasado a segundo plano, lo importante somos nosotros y lo fuertes que somos cuando estamos juntos. A tu lado encontré mi camino, el que comencé sola y ahora tú me guías cada vez que me pierdo o intento rendirme. Te convertiste en el maestro de alguien que creyó saber todas las respuestas, y tú llegaste con más preguntas.
Al final sólo me queda agradecer, y pedir que no seas severo con esta carta, ella tan sólo intenta transmitir un mensaje que mi corazón aún no es capaz de traducirle a mi cerebro para que él transcriba. De por sí es para mí difícil hacer un cierre a mis textos, pero nada más difícil que escribir esta carta, porque al ver todo lo que tú aportas a mi vida, no puedo evitar preguntarme ¿qué aporto yo a la tuya?
Siempre tuya.
