Ya no siento nada...
Ya no siento ese sentimiento creciendo dentro de mi pecho que me hace colapsar.
Ya no siento esas ganas de llorar desconsoladamente, ya no siento importancia a las cosas.
La tormenta llego y mi desespero huyo con su llegada.
Llegada que trajo consigo mi calma, mi libertad de angustias y la aclaración de mis dudas.
El hogar que antes conocía, ya no es más que un monton de paredes blancas con muebles grises y recuerdos borrosos.
Lo que un día profesé amar, ya no es más que desconocimiento sin remedio.
¿Qué debo hacer?
He hecho las cosas mal y ya no me siento culpable, tengo deseos de rendirme pero al mismo tiempo quiero luchar y seguir adelante.
¿Qué paso con ese amor?
¿Qué paso con esa guerrera?
¿Qué paso con esa familia?
Nada...
Nada paso y eso fue todo.
El colapso llego en conjunto con el enojo, engaños, resentimientos viejos y muchas palabras guardadas.
Con una palabra puedes dejar a esa persona entendiendo muchas cosas, con una acción puedes hacer que esa persona ya no sienta su hogar, con un suspiro todo se lo lleva el viento.
Ya no quiero seguir así.
Por hoy necesito descansar, mañana podré seguir y luchar por lo que quiero.