Era una tarde sombría de agosto de 1988. El cielo parecía desplomarse sobre la ciudad, y las nubes grises pintaban un paisaje melancólico mientras Lucas, de 23 años, subía al colectivo con el cansancio gravado en sus hombros .
El colectivo avanzaba con lentitud, abriéndose paso por las calles mojadas de la ciudad. Lucas miraba por la ventana, imaginando su vida junto a Griselda, los hijos que algún día tendrían, las tardes de verano compartidas en el parque, con “Don't Dream It's Over” de Crowded House sonando de fondo, su canción. Pero entonces, la vida, en su costumbre de dar golpes inesperados, intervino de la manera más cruel.
Un frenazo. Lucas no tuvo tiempo de reaccionar. Su cuerpo salió disparado hacia adelante, y su cabeza golpeó contra el suelo del colectivo con un ruido seco y escalofriante. Todo se volvió oscuro.
Cuando despertó, estaba en una cama de hospital. Las luces blancas lo cegaban y su mente era un caos. Lo que alguna vez había sido su vida ahora se sentía distante, como un sueño del cual no podía despertar. La gente alrededor se movía en un vaivén de sombras y voces distantes. De repente, una figura familiar apareció en la puerta. Era Griselda, su mirada llena de lágrimas y desesperación. Pero algo en Lucas había cambiado. No la reconocía. Era como si el accidente hubiera borrado la conexión más importante de su vida.
Durante esos días en el hospital, mientras Lucas luchaba con su amnesia, apareció Sofía, una joven enfermera de apenas 21 años. A pesar de su juventud, Sofía tenía una sabiduría que impresionaba a todos los que la conocían. Había perdido a su madre en un accidente cuando era niña, lo que la había convertido en una persona profundamente empática. Lucas se sentía tranquilo cuando Sofía estaba cerca, aunque no podía entender por qué. Había algo en la calma de sus manos, en la forma en que le hablaba sin expectativas, que lo reconfortaba.
Griselda seguía visitando a Lucas todos los días, trayendo fotos, recuerdos, anécdotas. Pero cuanto más intentaba recordarle su amor, más distante se sentía él. La presión de no poder recuperar lo que habían perdido lo abrumaba. Y allí estaba Sofía, siempre presente, observando desde las sombras, ayudando a Lucas en su rehabilitación, pero también brindándole una amistad desinteresada. A diferencia de Griselda, Sofía no esperaba que Lucas recordara. Ella simplemente lo acompañaba en su confusión.
Mientras tanto, en su vida diaria, Griselda comenzó a encontrar apoyo en un viejo amigo de la infancia: Nicolás, un fotógrafo apasionado que había regresado a la ciudad después de varios años de trabajar en el exterior. Nicolás, quien había estado enamorado de Griselda durante toda su adolescencia, ahora la veía quebrada por la situación con Lucas. Se ofreció a escucharla, a estar a su lado en los momentos de tristeza. Nicolás era el tipo de persona que irradiaba una energía magnética, siempre con una cámara colgada al cuello, capturando instantes de la vida que muchos pasaban por alto. Aunque Griselda no lo veía como algo más que un amigo, la cercanía entre ellos empezó a crecer.
Pero los días pasaban, y Lucas, incapaz de soportar más la presión de intentar recordar, tomó una decisión devastadora. "Es lo mejor para los dos", le dijo a Griselda, mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Ella, quebrada por dentro, asintió, aunque su corazón gritaba lo contrario. Esa noche, se encontró con Nicolás, y él, sin decir una palabra, la llevó a un acantilado en las afueras de la ciudad. Juntos, miraron el mar embravecido, donde el viento parecía llevarse todos los recuerdos. Nicolás, siempre con la cámara en mano, capturó la imagen de Griselda en ese momento, congelando su tristeza en el tiempo.
Lucas, por su parte, comenzó a salir con Laura, una antigua compañera de la escuela primaria que lo había buscado tras enterarse del accidente. Laura, quien había tenido un amor platónico por Lucas desde la adolescencia, parecía ser la opción perfecta para empezar de nuevo. Sin embargo, con el tiempo, la relación con Laura se volvió cada vez más superficial. Mientras ella disfrutaba de los beneficios de la vida adinerada de la familia de Lucas, él empezaba a sentir que algo fundamental faltaba.
Y entonces el destino intervino nuevamente.
Un día, mientras Lucas paseaba por el parque con Laura, cruzó caminos con Enzo, un viejo amigo de la infancia que también había sido parte de su vida antes del accidente. Enzo, un músico callejero que tocaba la guitarra en plazas y bares, había compartido muchos momentos importantes con Lucas. Al verlo, Lucas sintió una chispa de reconocimiento. Decidieron tomar un café y charlar, y mientras lo hacían, Enzo comenzó a tocar "Don't Dream It's Over" con su guitarra. Algo en esa melodía despertó un torbellino de recuerdos en Lucas. Imágenes, fragmentos de risas y paseos con Griselda, comenzaron a fluir como un río desbordado.
Esa noche, Lucas fue al departamento de Griselda. Con cada paso hacia su puerta, sentía que el peso de su decisión se volvía más insoportable. Cuando ella abrió, con Nicolás a su lado, hubo un instante de tensión. Griselda lo miró, dudando, y Nicolás, aunque dolido, supo en ese instante que lo que él tenía con ella no podía compararse con lo que Lucas y Griselda compartían.
“Empecé a recordar”, dijo Lucas, sus ojos llenos de lágrimas. Griselda lo miró incrédula. Nicolás, en silencio, dio un paso atrás, entendiendo que había llegado el momento de dejarla ir.
Lucas y Griselda, aunque heridos por el tiempo y la distancia, comenzaron a reconstruir su amor. Sofía, quien había sido una presencia constante en la vida de Lucas, los visitaba ocasionalmente, feliz de ver cómo él recuperaba no solo sus recuerdos, sino también su vida.
Nicolás, con el corazón roto pero sabiendo que había hecho lo correcto, capturaba en sus fotos los momentos de belleza que encontraba en la ciudad. La vida continuaba, pero para Lucas y Griselda, esa segunda oportunidad era todo lo que necesitaban para empezar de nuevo.
Porque, a pesar de las tormentas, a veces la vida nos devuelve lo que creíamos perdido, y en esos instantes, cuando las nubes se disipan, el amor verdadero encuentra su camino de regreso.
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