Luciana siempre había sido una chica de barrio. Hija de comerciantes en un barrio de Buenos Aires, creció rodeada de la calidez de su familia, pero también de la dureza de la vida .
Daniel le había contado historias de negocios y éxitos, logrando cautivar su corazón. Con el tiempo, se convirtieron en una pareja, compartiendo risas y sueños. Sin embargo, la realidad era muy distinta. Detrás de esa fachada de corredor de bolsa, Daniel había construido una vida paralela, una que implicaba un escuadrón de ladrones que robaban a ricos y poderosos en la ciudad. Pero Luciana nunca lo supo; se había dejado llevar por sus encantos y el magnetismo que emanaba.
Un día, mientras Luciana disfrutaba de un café con amigas, recibió una llamada que cambiaría su vida para siempre. Era un número desconocido. Al contestar, escuchó la voz de Daniel, pero ya no era el mismo. La desesperación y el miedo inundaban su tono. "Luciana, estoy en problemas. La policía nos atrapó. Necesito que me creas, yo no soy como ellos", decía entre sollozos.
Su corazón se hundió al escuchar esas palabras. La realidad se desplomó sobre ella como un pesado manto. El hombre que amaba había estado mintiendo todo este tiempo. Indignada y con el alma hecha trizas, le colgó el teléfono. ¿Cómo había podido confiar en él? La traición la golpeó como un balde de agua fría.
Sin embargo, a medida que pasaban los días, la ausencia de Daniel se hacía insoportable. Recordaba su risa, su abrazo y las promesas que le había hecho. La verdad la había herido, pero el amor que sentía por él seguía vivo. Con el tiempo, la soledad se transformó en nostalgia, y, finalmente, decidió llamarlo. "Daniel, lo siento, pero necesito saber de vos", le dijo cuando finalmente lo contactó de nuevo. Él, con una mezcla de alivio y tristeza, le pidió una segunda oportunidad.
A pesar de las advertencias de su familia y amigos, Luciana decidió darle una oportunidad. Sabía que el amor podía ser un arma de doble filo, pero no podía dejarlo ir sin intentarlo. Al principio, todo parecía ir bien. Daniel tenía esperanzas de reintegrarse a la sociedad. Tras cumplir con su condena, fue liberado bajo libertad condicional. Los primeros días fueron llenos de promesas de un futuro mejor. Pero la sombra del pasado de Daniel no tardó en aparecer.
Mauricio, un excompañero de fechorías de Daniel, lo acechaba. Con una deuda pendiente que debía saldar, lo amenazaba constantemente. Pero Daniel estaba decidido a no volver a la vida criminal; quería construir una nueva historia al lado de Luciana. Sin embargo, la vida tenía otros planes.
Una noche, mientras Luciana caminaba por el barrio, fue secuestrada por Mauricio y sus cómplices. En un intento de intimidar a Daniel, la llevaron a un lugar desconocido. La desesperación se apoderó de él al recibir la noticia. En su mente, los recuerdos de su vida con Luciana se arremolinaron. Ella era su salvación, su razón para cambiar. Pero ahora, su vida corría peligro.
La familia de Luciana, devastada por su desaparición, buscó culpables. Su padre no podía soportar la idea de que Daniel estuviera cerca de su hija y lo consideró responsable de la pérdida. La comunidad también giró su mirada hacia él, llenándolo de rabia y desesperación. Cuando finalmente Luciana fue encontrada, su cuerpo sin vida se convirtió en el golpe más devastador para Daniel.
La traición de sus antiguos amigos y la pérdida de Luciana lo transformaron. Daniel decidió que no podía dejar que esto quedara impune. Comenzó a trazar un plan de venganza. La rabia lo consumía; el dolor se convirtió en su motor. Buscó uno a uno a los responsables de su desgracia. Se infiltró en el mundo que había dejado atrás, pero ahora con un solo objetivo: hacerles pagar.
La confrontación final fue inevitable. En un callejón oscuro, Daniel se encontró cara a cara con Mauricio y sus cómplices. La furia y la tristeza lo envolvieron, y, con un par de movimientos rápidos, se deshizo de ellos, dejando su huella. La policía, alertada por los disparos, llegó tarde. La justicia que Daniel había buscado nunca llegó; todo se volvió un caos.
Con la muerte de Mauricio y sus secuaces, Daniel se dio cuenta de que nada cambiaría lo que había perdido. La venganza no trajo la paz que esperaba. Caminó por las calles vacías de Buenos Aires, sintiendo el peso de su elección y de la vida que había llevado. La memoria de Luciana lo perseguía, recordándole cada día lo que había perdido.
Años después, Daniel se encontraba en un café, solo, con una taza de café en sus manos. Mientras miraba por la ventana, se dio cuenta de que la vida seguía, pero él ya no podía ser parte de ella. La culpa lo acompañaba, y su amor por Luciana se había transformado en un recuerdo que lo atormentaba. Había luchado contra la traición, pero el verdadero enemigo siempre había sido él mismo.
En ese instante, comprendió que el amor no siempre es suficiente para redimir a una persona. A veces, el destino juega sus cartas y las decisiones nos llevan a caminos oscuros. Mientras el sol se ponía sobre la ciudad, Daniel decidió que era tiempo de dejar atrás el pasado y buscar un nuevo comienzo, aunque el peso del recuerdo de Luciana siempre lo acompañara.
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